
Mis queridas almas lectoras, permítanle a este viejo esqueleto, caminante de carreteras y cementerios, detenerse unos instantes bajo el sol seco de Chihuahua. Ahí, justo donde la llanura se abre como un mar de polvo, se levanta un monumento pequeño, humilde, pero cargado de un peso imposible: Las Siete Cabecitas.
Los que transitamos entre los vivos y los muertos solemos evitar este tramo, pues las energías aquí, créame usted, no son fáciles de sobrellevar. Algo late. Algo mira. Algo repite su final una y otra vez…
Tómeme del brazo, y escuche: esta no es leyenda inventada; nació de una tragedia demasiado verdadera. Y como toda historia que arde en la memoria de un pueblo, con los años se llenó de sombras, ecos y fantasmas.
La tragedia del 1º de agosto de 1939
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que el sol del verano caía sin misericordia cuando 25 niños y adolescentes de la YMCA partieron rumbo a Cumbres de Majalca. Cargaban cobijas, víveres y la alegría limpia de quien sólo piensa en correr entre los pinos.
Pero al llegar al kilómetro 21, en la conocida Curva del Muerto, un dompe sin frenos —conducido por Encarnación Espinoza, joven de 21 años— se precipitó cuesta abajo. Intentó maniobrar, pero los frenos… ay, los frenos ya no eran frenos.
El impacto fue brutal. El camión de los niños giró, se abrió, arrastró cuerpos pequeños, cajas, comida y esperanza. Siete de ellos murieron al instante:
- Venancio Gabriel Gardea
- Armando Gutiérrez Balderrama
- Jorge Giácoman
- Luis Díaz García
- Teodoro “Teddy” Faulkner
- Alberto Méndez Peña
- Horacio Brondo Valdez
El pueblo entero lloró. El Heraldo de Chihuahua escribió entonces palabras que aún hoy cortan el aire como navaja: “Una rosa fresca para la juventud truncada por el destino.”
El sueño de Teddy y la Mujer de Negro
Dicen los viejos del pueblo —y algunos recortes amarillentos lo insinúan— que Teddy Faulkner habló de un sueño extraño antes de morir.
Soñó con una mujer vestida de negro, parada en medio del camino, deteniendo el camión con la mano levantada.
Los niños gritaban: “¡No nos lleves!”
Algunos aseguran que esa visión no fue sueño, sino advertencia. Otros… que la misma figura se sigue viendo en noches de aire quieto.
El monumento: siete cabecitas mirando el desierto
Un año después, el 26 de mayo de 1940, se inauguró el monumento. Siete figuras infantiles, sencillas, mirando hacia la carretera.
No son grandes, no impresionan por su tamaño. Pero los viajeros —y los fantasmas, que todo lo sabemos— sienten el peso de algo que no se dice.
Y es aquí donde la tragedia comienza a doblarse hacia la leyenda.
Apariciones, ecos y llantos en la carretera
Los lugareños cuentan que, desde hace décadas:
- Se ven niños cruzando la carretera: Corren, Ríen, Desaparecen justo en la curva.
- Se escuchan los sonidos del accidente. Metal chocando, Gritos pequeños, El golpe seco de la caja del dompe.
- Las cabecitas lloran. pero lloran de noche, cuando no pasa nadie. Lloran bajito, como quien recuerda su propio final.
- Las cruces alrededor aumentan.
Muchos choferes aseguran que los niños causan nuevos accidentes.
Otros creen que son advertencia: “Frena… o no pasarás de este punto.”
Se practican brujerías detrás del monumento.
Tierra removida. Velas negras. Muñecos enterrados.
Dicen que es por la energía del lugar… y porque los inocentes atraen a quien sabe trabajar con las sombras.
El Cronista Garbancero, que soy yo mismo, ha escuchado a los fantasmas del camino contar cosas más… incómodas:
- Que los niños se aparecen buscando sus cosas perdidas en la tarde del accidente.
- Que Teddy pregunta por su madre en inglés y en español.
- Que la Mujer de Negro —esa del sueño— se sigue viendo en el mismo tramo, como si custodiara el lugar… o como si hubiera sido ella quien llamó a los pequeños al otro lado.
Ay, mis queridas almas lectoras… qué dura es esta historia. Uno, aunque ya esté hecho puro hueso como yo, siente en el pecho el frío de lo injusto.
La tragedia es real, documentada, dolorosa. Pero el paso del tiempo, la memoria del pueblo y la energía suspendida en ese kilómetro hicieron que los hechos dieran paso a lo sobrenatural.
Hay lugares donde el mundo de los vivos y el de los muertos queda delgado como papel de china…
Este es uno de ellos.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en notas periodísticas y crónicas publicadas por El Heraldo de Chihuahua (1939–2018) y testimonios populares alrededor del monumento “Las Siete Cabecitas”.
Fecha de la primera publicación periodística relacionada: 3 de agosto de 1939.