En la primera década del Siglo XVII, específicamente en 1609, México fue testigo de un caso extraordinario que aún hoy suscita asombro y misterio. Conoce más sobre la leyenda del Callejón del Muerto, una historia que ha perdurado a lo largo de los siglos.
Promesa Incumplida
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que en el año 1587, llegó a la Nueva España desde Filipinas un comerciante español llamado D. Tristán de Alzucer, quien junto a su hijo del mismo nombre se estableció en una humilde callejuela. Allí, montaron un pequeño comercio para subsistir.
En 1606, el hijo de D. Tristán enfermó gravemente, al punto de estar al borde de la muerte. En su angustia, el padre hizo una promesa a la Virgen de Guadalupe: si su hijo se recuperaba, iría en peregrinación a su Santuario a pie. Milagrosamente, el hijo se recuperó, pero la promesa quedó en el olvido.
Los Alzucer tenían una estrecha amistad con el Arzobispo de México, D. Fray García de Santa María Mendoza. D. Tristán, inquieto por su promesa olvidada, consultó al Arzobispo, quien lo tranquilizó y le dispensó de cumplirla, con lo cual D. Tristán no volvió a pensar más en ella.
El Encuentro
En la mañana del 12 de mayo de 1609, según costumbre mensual, fuése el Arzobispo a celebrar misa al santuario de Guadalupe y a su regreso se encontró con D. Tristán, quien, con una voz hueca y cavernosa le dijo que iba á cumplir la manda pues Dios no lo perdonaría. El Arzobispo notó en Tristán un aspecto tristísimo y una palidez como la de los muertos. Su mano estaba frígida y sin elasticidad, el Prelado se extremeció todo al sentir su helado contacto. Tristán le pareció un muerto, pero viéndolo caminar con paso grave y pausado se persuadió de que había hablado con un vivo.
Lleno de preocupación y de secreto terror regresó á su palacio, estaba conciente que estaba ante la presencia de un muerto. Vacilaba en su terror en ir ó no á la casa de D. Tristán para confirmar su sospecha, pero fue por fin y un calosfrío terrible se apoderó de él cuando vio a D. Tristán entre las llamas temblorosas de cuatros cirios, con las manos cruzadas sobre el pecho, vestido con una mortaja negra y con el mismo rostro con que lo vio en el camino de la Villa.
El callejón donde vivía D. Tristán quedo casi despoblado, pronto adquirió fama de estar habitado por un espectro. Se decía que a la medianoche, el difunto se paseaba con un sudario blanco y una vela amarilla, rezando de esquina a esquina. Este callejón, testigo de lo inexplicable, fue bautizado como «El Callejón del Muerto». Aunque la casa de D. Tristán ya no existe, la leyenda del Callejón del Muerto perdura en la memoria del pueblo. A través de los siglos, esta historia ha fascinado a generaciones, recordándonos que en los rincones más oscuros de la historia y la tradición, aún se ocultan misterios por descubrir.
A su mercé…
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Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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