En los remotos rincones de La Cañada, una pequeña población en el estado de Querétaro, México, yace una leyenda que ha perdurado a lo largo de generaciones: la leyenda del Chan del agua. Esta misteriosa entidad, cuyo origen se pierde en las brumas del tiempo, ha sembrado el terror entre los habitantes locales durante siglos. En esta ocasión, nos adentraremos en los oscuros recovecos de esta leyenda, explorando sus orígenes, sus manifestaciones y el miedo que infundía en el corazón de quienes la conocían.
El Origen
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que la historia del Chan del agua se remonta a tiempos inmemoriales, nadie puede afirmar cuando se inició esta leyenda, ni los más ancianos pueden recordar su origen porque crecieron con ella y debe haber existido ya desde hace muchos años remontándose a varias generaciones, cuando los primeros pobladores de La Cañada se establecieron en estas tierras abundantes en agua, manantiales en donde brotaban grandes borbollones de agua, innumerables arroyos cristalinos; dos grandes ciénagas rodeadas de frondosos sabinos, un socavón por el que salía un “buey de agua” (medida que por objetiva, dejaba muy claro que el tamaño del chorro tenía el diámetro del cuerpo de un toro). Para ellos, el agua era vida, y veneraban a este líquido vital como un regalo de los dioses. Sin embargo, junto con la llegada de nuevos habitantes y creencias, surgió el Chan del agua, una entidad misteriosa que reclamaba su dominio sobre los manantiales y arroyos de la región. Los antiguos pobladores, conscientes de su dependencia del agua, respetaban al Chan como el guardián de este recurso tan preciado.
Se asentaron aquí los primeros pobladores de estos rumbos, por lo que resultaría el factor determinante para que lo hicieran; esto fue por el agua, la que como elemento de vida supieron valorar y que gracias a ella, el pueblo floreció como uno de los lugares más ricos por su producción de frutales y hortalizas, que al venderlos les daban abundantes ganancias a los que a estas actividades se dedicaron y que en realidad era la gran mayoría de los que aquí Vivian. Sabedores de que le debían todo al agua y que el agua tenía un dueño, llamado el Chan del agua, los pobladores intentaron pactar con el, ofreciéndole tributos a cambio de su benevolencia. Sin embargo, cuando llegaron extranjeros con nuevas creencias y costumbres, el pacto fue roto y el Chan comenzó a manifestarse de manera temible. Desatando su ira sobre aquellos que osaban desafiarlo, el Chan reclamaba su tributo en forma de inocentes, llevándolos consigo a las profundidades de los manantiales.
El nuevo pacto
Nuevamente los pobladores acuden a la ciénaga del pinito para calmarlo, diciéndole que como él no había manifestado su voluntad indicándoles que era lo que quería a cambio de utilizar sus aguas, acudían nuevamente para llegar a un acuerdo con él. Fue por esos días, cuando se le comenzó a llamar “Chan” y se sabía que se trataba del rey del agua, al que se tenía que mantener contento, porque de lo contrario se llevaría el agua y el pueblo moriría sediento y pobre, y al no poder continuar sembrando, no obtendrían el alimento para calmar el hambre.
Después de realizado el pacto, el chan comenzó a cobrar el tributo del pago del agua y lo que escogió, fue, el llevarse a sus dominios a inocentes; personas buenas sin malicia, que estuvieran puros, siendo el mayor número el de niños; pero también algunos adultos de los que se sabía que eran nobles y buenos. Todos conocían el motivo de estas desapariciones, estaban ciertos de que el Chan, el rey de agua, se los había llevado y que a los demás les quedaba el consuelo, que era en beneficio del pueblo, por el bien de todos y resignados cumplían mostrando su tristeza y sus sentimientos llorándoles a los ahogados.
Las Manifestaciones
El Chan del agua se manifestaba de diversas formas, desde una gran serpiente ¡Muy grande! con escamas de muchos colores y sus ojos eran azules como el agua que se deslizaba entre las aguas, una gran estrella, con muchos listones de colores muy bonitos por lo llamativo y que al tocar uno de estos listones se les enredaba y los sumergía hasta ahogarlos, incluso como una gran cabeza de un toro, formada con las mismas aguas y les resultaba inexplicable que los ojos de la bestia fueran como fogones encendidos y esto ¡se veía dentro del agua!. Sus apariciones eran siempre ominosas, provocando terror entre los pobladores y sembrando el caos en la pequeña comunidad. Muchos desaparecieron en las aguas turbias, víctimas del Chan que reclamaba su tributo con ferocidad.
Su poder era tal que podria estar escondido en una pileta, en el tanque de un escusado de aquellos antiguos, en que el deposito se encontraba a dos metros de altura del nivel del piso, para que bajara el agua por gravedad a través de un tubo de dos pulgadas, en cuanto se jalaba de una cadena. También el Chan podía estar ahí y saliendo intempestivamente del depósito; podía caerle al que estuviese sentado abajo. ¡Todavía más! Si el agua estaba ya contenida en un tambo, el Chan podía también estar oculto ahí, porque el Chan era el agua; era de agua y no requería estar unido a sus manantiales.
Con el paso del tiempo, el Chan del agua se volvió más exigente, apareciéndose incluso en forma humana para recordar a los habitantes su poder sobre el agua. A medida que las aguas comenzaron a escasear y los manantiales se secaban, el terror se apoderaba del pueblo. Las últimas manifestaciones del Chan marcaron el fin de una era, dejando tras de sí un pueblo devastado y desolado, donde el eco de sus apariciones se desvanecía en el tiempo.
La leyenda del Chan del agua perdura en la memoria de aquellos pocos que aún recuerdan los días de terror en La Cañada. Aunque el Chan pueda haber desaparecido aparentemente, el solo recordarlo sigue siendo una advertencia sobre los peligros de olvidar la importancia del agua y la necesidad de respetar la naturaleza. Mientras el eco de sus apariciones se desvanece en el tiempo, la leyenda del Chan del agua sigue siendo un recordatorio sombrío de los misterios que yacen ocultos en las profundidades de los manantiales.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra del Dr. Jaime Zuñiga Burgos, Cronista del estado de Querétaro y del municipio El Marqués, autor de mas de 40 libros y amigo de Proyecto La Garbancera
Sitio Web de la asociación Preserva Patrimonio AC
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