
Mis queridas almas lectoras, permítanme llevarles esta noche al corazón del territorio tequilero, donde los agaves forman un mar azul verdoso y el viento arrastra murmullos que no son del todo humanos. Allí, entre ruinas y senderos de tierra caliente, se levanta la Ex Hacienda La Cofradía, un lugar donde, desde hace más de un siglo, muchos aseguran haber visto la silueta oscura de un charro montado… un charro sin descanso, sin paz.
Dicen los viejos que pocas historias en Jalisco cargan tanta sombra como la del Charro Negro, ese jinete maldito que cobra las deudas que el Diablo no quiere olvidar. Y como fantasma que soy, doy fe de que sus pasos aún resuenan.
La Hacienda La Cofradía
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que la Ex Hacienda La Cofradía, en Amatitán, Jalisco, construida hacia 1800 como destiladora de agave, no solo resguarda historia, sino un portal entre el mundo de los vivos y el de los condenados.
El abandono le ha dado un aire pétreo y solemne, con corredores donde el viento parece gemir y tierras donde el caballo del Charro Negro deja huellas que nadie puede seguir.
Por eso muchos la llaman La Hacienda del Charro Negro, pues aseguran que, al caer la noche, una figura oscura, muy bien vestida y montada en un corcel tan negro como el pecado mismo, recorre silenciosa la propiedad.
El origen
Antes de convertirse en espectro, el Charro Negro fue un joven de campo, humilde y ambicioso. Pobre en dinero, rico en sueños, gustaba de vestir como caballero de alto linaje. Pero la apariencia no llenaba el estómago, ni compraba tierras ni le abría puertas.
Agobiado por la miseria, pronunció un nombre prohibido en una noche sin luna… y el Diablo acudió, elegante, sonriente y con un contrato listo. Riquezas incontables a cambio de un pequeño detalle: su alma.
El joven, enceguecido por el brillo del oro, aceptó.
El cobro infernal
El hombre, ya rico, ya soberbio, quiso engañar al Diablo cuando este vino por su pago. Montó su caballo negro, tomó un morral repleto de monedas y huyó desesperado. Pero ¿quién puede huir del que domina los rincones más oscuros del mundo?
El Diablo lo alcanzó, lo arrancó de la vida y lo condenó a sus huesos. Desde entonces vaga vestido de gala, cobrando a los vivos las deudas que otros pactaron.
Quien acepta una de sus monedas no solo recibe tentación: recibe sentencia.
San Juan de los Lagos
Su historia tomó un giro aún más extraño a fines del siglo XVIII, cuando un charro galante apareció en San Juan de los Lagos durante la famosa feria de la Virgen. Elegante, cortés, de modales perfectos, dijo venir de España y estar en espera de su fortuna. Las mujeres suspiraban por él; los hombres lo observaban con recelo.
Pero su interés no era amor ni arquitectura local: buscaba el oro de la feria. Rompió paredes, escarbó pasadizos y, cuando asomó la cabeza en propiedad ajena, fue recibido con un machetazo que la separó del cuerpo.
Lo aterrador vino después: El cuerpo salió corriendo. La cabeza quedó atrás.
Fue enterrada, sí… pero el resto del Charro no volvió a aparecer. Desde entonces, cada feria, se oyen espuelas tintineando en la calle Pedro María Márquez y la privada de Alba. Mujeres despiertan soñando con él. Los hombres, con menos dinero del que recordaban.
El oro enterrado
En la Hacienda de La Cofradía aún hay oro enterrado, un tesoro que algunos buscan con fervor. Pero cada intento termina igual:
Relinchos en la oscuridad. Sombras que avanzan por corredores derruidos. Cadenas arrastradas sobre la tierra. Un charro que aparece… y desaparece.
Quien se topa con él, pocas veces vuelve igual.
Mis queridas almas lectoras, así como el agave guarda su corazón dulce bajo espinas, esta leyenda guarda su enseñanza bajo el susto: la riqueza fácil siempre trae un precio, y ningún trato con la oscuridad se liquida sin consecuencias.
Lo que es del Diablo, el Diablo lo cobra… aunque tenga que mandar a su propio cobrador.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Versión creada por El Cronista Garbancero a partir de la leyenda popular.