
Mis queridas almas lectoras, hay horas del día en que la tierra respira distinto… cuando el calor pesa, el aire tiembla y hasta los perros buscan sombra. Es en ese instante —al filo del mediodía— cuando los abuelos decían que los espíritus despiertan.
En Tuxpan, Veracruz, entre el rumor del río y el sopor de los cañaverales, se cuenta de unas mujeres horrendas que aparecen en los arroyos: las Tepas, almas de la tierra y del agua, condenadas a errar bajo el sol dormido.
Cuando el sol calla
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que, hace no mucho, en Tamiahua y los pueblos cercanos, comenzaron a aparecer estas mujeres del espanto. Dicen que tienen el pelo como mecate deshebrado, los ojos sin brillo y la piel blanquecina como espuma vieja. Las Tepas se bañan en los arroyos al mediodía, y si algún niño se les acerca, lo embrujan con su mirada.
Una mujer del lugar contó que vio a una tepa recogerse las trenzas antes de desvanecerse como vapor sobre el agua. Otra juró que las ramas torcidas y los rezos bastan para ahuyentarlas, pero solo si se dicen a tiempo.
Y entre los murmullos de las vecinas, una historia corre de boca en boca…
Un hombre llamado Modesto, borracho y testarudo, vio una noche a dos mujeres altísimas al borde del camino. Las siguió sin miedo, hasta que una se desvaneció dejando en sus brazos a una niña. “Dame una cobija”, pidió al llegar a casa de su hermana. Pero la criatura tenía la cabeza aguada, los rizos tiesos como raíces.
La niña le habló, susurrándole al oído:
—Ah, sinvergüencita… ya sabes hablar, pero no te dejo. Ahora te vas con mi mamá.
Y al decirlo, se transformó en aire, chillando como duende que huye al monte. Desde entonces, nadie volvió a ver igual a Modesto.
Los ecos del río
En los pueblos de Álamo, Castillo de Teayo y Agua Fría, las viejas dicen que las Tepas son “aires”, corrientes que bajan del monte en forma de mujer. Que son gente antigua, convertida en piedra, que aún respira entre los ídolos enterrados del pasado.
Hay quienes aseguran que roban la sombra de los que se acercan demasiado al agua. Otros dicen que si una mujer se interna sola al mediodía por un arroyo, puede quedar atrapada en un torbellino de murmullos femeninos, blancas figuras que giran y la arrastran sin dejar huella. Solo los rezos —cuentan— pueden romper el embrujo.
“Antes —decía mi tío Cenobio, anciano de Santiago de la Peña—, había muchos espantos. Hoy casi nadie los menciona. Las Tepas eran mujeres encantadas que salían al mediodía, cuando el sol se cansaba de mirar. Si te encontraban en el camino, te dolía la cabeza toda la tarde, como si la tierra te hubiera tocado. Antes sí había de eso… ahora ya no creen en nada.”
Y el viejo miraba el río, sabiendo que lo que calla el hombre lo sigue recordando la tierra.
Entre mito y raíz
Algunos estudiosos, más dados al pensar que al creer, suponen que el nombre Tepa viene del antiguo Tlaltepas, “la tierra donde habitamos”. Que estas apariciones son la forma en que el alma de la tierra se muestra: vapor, corriente, mujer. Cuando el sol descansa, la tierra despierta… y lo hace con rostro humano.
Así, las Tepas serían las hijas de Tlaltecuhtli, la diosa que devora y da vida, señora de lo profundo. Mujeres hechas de agua, piedra y tiempo. Su fealdad no es sino la forma antigua de lo sagrado.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en la obra de: Roberto Wiliams García
Libro: Danzas y Andanzas (Etnología); Gobierno del Estado de Veracruz – Instituto Veracruzano de la Cultura, 1997.