
Mis queridas almas lectoras, imaginen una choza de madera centenaria, un techo de palma, apenas un bule de luz remitente. Dentro, los abuelos se inclinan sobre una mesa vieja, una vela en el centro, sombras que saltan sobre las paredes de barro, el silencio que solo rompe el crujido de la madera y el susurro del viento entre las ramas.
Así era como nos contaban: que en algún punto entre el día moribundo y la noche despierta vive una criatura con alas negras, ojos de fuego, que se alimenta no sólo de lo visible, sino de lo que tememos callar. Esa criatura se llama Camazotz.
¿Qué es el Camazotz?
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que Camazotz era algo más que un murciélago. Que vivía en lo profundo de las cuevas, en los cenotes oscuros, en los túneles de la tierra. Que su morada se llama Xibalbá, el inframundo maya, un lugar de pruebas, de sombras afiladas y desafíos.
Dicen que los héroes gemelos, Hunahpú e Ixbalanqué, tuvieron que enfrentar esa morada: la Casa de los Murciélagos, donde miles de alas baten como guerra. Allí, bajo techo de tinieblas, se protege uno con cerbatanas para que los murciélagos no muerdan, murmuran voces antiguas. Hunahpú, impaciente o engañado por la luz que cree es el amanecer, asoma la cabeza… y Camazotz lo decapita, rápido como un relámpago, sin aviso. Ixbalanqué deberá después reconstruir lo que el terror arrancó.
Ellos cuentan que Camazotz no sólo mataba con dientes, sino con lo invisible: con miedo, con el no saber, con la curiosidad desaforada que no espera al alba. Que el amanecer, prometido pero siempre lejano, era su trampa.
Evidencia arqueológica y testimonios…
Los estudiosos del tema confirman que en piedra y barro se guarda su huella.
- En murales antiguos, cerámica maya (y en culturas cercanas como los zapotecas) se muestran figuras de murciélagos, formas híbridas hombre-murciélago, sombras entre árboles o cuevas. Aunque no siempre se llama Camazotz, esas imágenes comparten su vigor, su vuelo oscuro.
- Se reconoce en el Popol Vuh (documento quiché que recoge relatos orales muy antiguos) la narración de la Casa de los Murciélagos, la decapitación de Hunahpú, el contraste entre oscuridad y luz. Esa historia fue transmitida de generación en generación, preservada incluso después de la conquista.
- Investigadores señalan que el mito de Camazotz pudo tener origen o alguna influencia en prácticas o en observaciones reales, como los murciélagos vampiro, cuyos hábitos nocturnos, de morder, de alimentarse de sangre, causan temor y son visibles en la naturaleza de la región. Esa observación natural pudo alimentar la imaginación.
Testimonios modernos / memoria viva
Aun en tiempos recientes Camazotz se menciona al filo del sueño, al calor de una fogata o en tertulias rurales:
- En comunidades mayas-quiché actuales, el Popol Vuh sigue siendo leído o narrado, y la historia de los gemelos y sus pruebas en la oscuridad mantiene vigencia. Hay quienes cuentan que sus padres o abuelos les advertían: “No asomes la cabeza si no ves amanecer”, recordando la decapitación simbólica del mito.
- En el arte contemporáneo —pintura, gráfica, ilustraciones, literatura local— Camazotz reaparece como figura de terror pero también de identidad: símbolo de lo que se perdió, de lo que resiste, de lo que aún asusta.
- Conversaciones informales revelan que Camazotz se usa como metáfora: para hablar de la muerte repentina, de enfermedades, del silencio imprevisto, de traición, del miedo que no se ve pero que golpea.
Mis queridas almas lectoras, cuando yo era niño, me contaban que la noche era frontera: lo que cruzaba no era solo sombra, sino los ecos de lo que no comprendemos. Camazotz era la forma que nuestros mayores dieron al miedo: lo invencible, lo invisible, lo que acecha si no miramos con respeto.
Porque no basta no ver: hay que escuchar, que el viento nos diga, que las ramas hagan crujido, que los murciélagos revoloteen y nos adviertan. Camazotz no solo nos enseña lo que perdemos si nos confiamos de la luz, sino lo que somos cuando la oscuridad nos recuerda que somos mortales.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra. Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en el Popol Vuh: Las antiguas historias del Quiché
Traducion de Allen J. Christenson