
En noches de viento suave, cuando las farolas titilan y el murmullo del pueblo parece un viejo susurro, es cuando se escuchan los ecos del pasado con mayor claridad. Mis queridas almas lectoras: permítanme llevarlos de la mano hasta una casona azul, de esas que se aparecen de pronto en la esquina de una calle de adoquines, como si el tiempo se hubiera olvidado de ella. El Castillo Azul de Cholula no es tan antiguo como las piedras prehispánicas o las iglesias coloniales… pero su historia —esa que mezcla sueños, amores, profecías y un hálito de misterio— logra envolver a quien posa la mirada en ella.
Un castillo inusitado
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que este castillo no nació de viejas piedras coloniales, ni fue heredado de un linaje olvidado. Según lo que se cuenta entre murmullos y cafés bajo la luna, la construcción comenzó en 1976, bajo la mano del brujo Diego Gaona y uno de sus hijos.
Lejos de seguir un estilo arquitectónico clásico, el Castillo Azul se levantó como un sueño personal: 72 habitaciones —sí, setenta y dos—, pasillos, escaleras y recovecos que hoy se cuentan entre lo pintoresco y lo desconcertante.
Dicen que en su entrada dos leones de piedra vigilan el paso, flanqueados por guardianes de armadura medieval. Una escalera con pasamanos en forma de serpiente pintada de un azul cielo da la bienvenida… como si invitaran al visitante a descender a otro mundo.
Al interior, se dice que los pasillos están custodiados por figuras talladas en piedra o metal: águilas, lobos, serpientes… y hasta gárgolas que parecen observarte con mirada antigua desde los rincones oscuros.
Diego Gaona, “El Mil Amores”
Don Diego no era un hombre común. Bautizado un 8 de septiembre de 1933 —bajo el signo de Virgo—, se ganó la reputación de “El Mil Amores” por sus múltiples romances, sus predicciones astrológicas… y su carisma irresistible.
Dicen que fue panadero en su juventud, que se dedicó a varios oficios, hasta que su destino lo llevó hacia la astrología y la numerología: un oficio que lo convirtió en referencia obligada para quienes buscaban asomar la mirada hacia el mañana.
Se cuentan 18 esposas, 27 hijos, 70 nietos y 25 bisnietos —números que, según él, seguían el enigmático número 9, símbolo de su filosofía de vida.
Pero más allá de las cifras, lo que atrapó al pueblo fue su don: predijo triunfos presidenciales, grandes cambios… y se volvió un nombre reverenciado en Puebla.
La casa, el consultorio, el misterio
El Castillo Azul no era solo una vivienda: en su interior, don Diego habilitó un consultorio donde leía el destino. Con numerología, signos y fechas de nacimiento, aseguraba tener la llave para interpretar el futuro.
Había quienes salían con la frente fruncida, sosteniendo en la mano un papel con fechas y predicciones; otros salían con los ojos llenos de esperanza, convencidos de que en esa casa azul, custodiada por leones, se tejían los hilos del destino.
Se rumoraba que el castillo guardaba un túnel que conectaba con la antigua iglesia del barrio La Magdalena, pero nunca fue confirmado —el paso se tapó cuando la construcción avanzó.
Y aunque la fachada parecía salida de un cuento, la casa estaba habitada: algunos cuartos rentados, otros ocupados por hijos, nietos, bisnietos… vidas que continuaban bajo aquellas piedras azuladas.
Turismo, asombro y una leyenda viva
Con los años, el Castillo Azul se volvió un emblema local. A la par de la Pirámide, la Plaza de la Concordia o el Santuario de la Virgen de los Remedios, atrae miradas curiosas de turistas que no pueden resistirse a fotografiar su entrada, a posar frente a los leones o a imaginar qué secretos guardan sus muros.
Aunque no está incluido oficialmente en la lista de atractivos turísticos del pueblo mágico —según algunos registros municipales—, en el corazón del pueblo vive como un mito real, tangible, parte de los callejones y susurros de Cholula.
Mis queridas almas: hay en este mundo más realidad de lo que los ojos se atreven a ver. El Castillo Azul no nació de leyendas antiguas: nació del deseo de un hombre de dar forma a sus sueños, a sus miedos, a su anhelo de mirar más allá de las estrellas. Y así —al convertir su casa en castillo— transformó su vida en mito.
Que no les confunda su color o su estilo moderno: el misterio no está en la piedra, sino en los recuerdos, en las voces que aún recorren sus pasillos, en la memoria colectiva de quienes lo conocen.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Este texto es una versión creada por El Cronista Garbancero
a partir de la leyenda popular.