En el vasto repertorio de leyendas mexicanas, donde se entrelazan lo sobrenatural y lo histórico, emerge la intrigante historia de la calle de la Quemada. Un relato que, más allá de las fronteras del tiempo, sigue cautivando a quienes se aventuran a adentrarse en los oscuros recovecos del pasado.
Un Comienzo en la Nueva España
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que corría el año 1550 cuando D. Gonzalo de Espinosa y Guevara, un próspero comerciante español, arribó a la Nueva España acompañado de su hija y un sobrino suyo, vino á habitar una suntuosa casa, que de antemano había mandado disponer por el rumbo de San Pablo, la encantadora joven era Doña Beatriz de Espinosa. La familia se estableció en la opulenta casa, dando inicio a una serie de eventos que perdurarían en la historia y la memoria colectiva.
Doña Beatriz, una joven de veinte años cuya belleza rivalizaba con la luz del sol y cuyas virtudes eran aclamadas por todos los que la conocían, pronto se convirtió en el centro de atención. Su caridad y generosidad la destacaban, siendo recordada por su noble corazón y su dedicación a los menos afortunados.
Los enamorados
Sin embargo, el destino de Doña Beatriz se vio entrelazado con un oscuro dilema amoroso. Dos caballeros, D. Martín de Scúpoli y D. Antonio Miguel del Cardonal, se disputaban su afecto. Los celos, las rivalidades y las pasiones encontradas tejieron una trama de amor y tragedia que cambiaría el curso de sus vidas para siempre.
D. Martín amaba con locura á Doña Beatriz a la que celaba de un modo extraordinario y por quien según se cuenta, había tenido serios y continuos lances con varios mancebos nobles y plebeyos que pretendían á la vez la mano de la joven.
El sacrificio
La virtuosa Beatriz era una de aquellas almas que sienten el amor por las personas del otro sexo, pero del modo más puro y con la nobilísima tendencia de llevarlo hasta el ideal de la perfección. Ante la presión de su amorío con D. Martín, y después de mucho cavilar tomó una resolución heroica, la de afearse voluntariamente quemándose la cara. De este modo pensaba ella, evito los celos de mi prometido y pruebo su espiritualismo, su fidelidad y su amor.
Inspirada por la historia de Santa Lucía, quien se arrancó los ojos para evitar la seducción, Doña Beatriz se sometió al fuego con el fin de probar la profundidad del amor de su prometido. Despachó a toda la servidumbre de casa con el fin de quedarse sola, se encerró en una pieza donde esperaba el brasero, se arrodilló para ofrecer su sacrificio. ¡Venció! El sacrificio doloroso fue consumado, los lamentos que Beatriz lanzaba hicieron acudir Fray Marcos de Jesús, que iba entrando á la casa en ese momento. Beatriz, ya no fue en lo sucesivo la hermosa Beatriz. Su rostro quedó desfigurado, pero su alma más embellecida.
La reacción
D. Martín la encontró recostada en un sillón, vestida de blanco, y su rostro cubierto por un velo blanco, manchado de sangre y carne quemada, de la antigua hermosura de Beatriz sólo quedaban unos bellos ojos, llenos de melancolía, en aquellos ojos se veía la inmensidad de una alma. D. Martín fue tocado de la hermosura moral de aquella alma, se sobrepuso á las mezquindades de la materia; sintió y comprendió que ella era la mujer que seria parte de su destino, quedo prendado más de Beatriz, y agradecido hasta la veneración su sacrificio, con amor, más que terrestre, celestial, la hizo su esposa.
El sacrificio de Doña Beatriz dejó una huella imborrable en la historia de la ciudad. La calle donde ocurrió este acto de amor y sacrificio eterno pasó a ser conocida como la calle de la Quemada, un recordatorio de la fuerza del amor verdadero y los sacrificios que algunos están dispuestos a hacer por él.
La leyenda de la calle de la Quemada nos invita a reflexionar sobre los límites del amor y la belleza, así como sobre la profundidad de los sacrificios que algunos están dispuestos a hacer.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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