En las angostas calles de una ciudad colonial, se gestaba una historia de amor prohibido que marcaría para siempre el destino de dos amantes. Doña Ana, una joven de familia adinerada, se encontraba atrapada en un conflicto entre el deseo de su corazón y la tiranía de su padre. Su amor por don Carlos, un apuesto galán, desafiaba las normas sociales y la voluntad de su familia.
La Desesperación
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que en su alcoba, doña Ana rezaba con fervor ante una imagen de San Antonio, buscando un milagro que le permitiera vivir su amor libremente. Sus lágrimas empapaban sus finas batistas mientras su corazón anhelaba la libertad para amar a don Carlos sin restricciones. La dura intransigencia de su padre la aterraba, y las ternuras de doña Matilde, su dama de compañía desde la muerte de su madre, eran muy débiles para acallar su desesperación.
Descubiertos sus amores clandestinos, doña Ana enfrentaba la ira de su padre, quien amenazaba con enviarla a un convento lejano o casarla con un noble adinerado de la Península. La partida se aproximaba implacablemente, y el tiempo se agotaba para los amantes desesperados. La desgracia de doña Ana era profunda, y la única esperanza que le quedaba era un milagro divino que pudiera cambiar su destino.
El Plan
Rápido Don Carlos, urdió mil planes: primeramente pensó en obligar al padre a consentir en su boda y hacerlo desistir de su propósito de casarla con un desconocido; luego, ante la seguridad del fracaso, pensó en el duelo: lo retaría a singular combate, y ya huérfana, se casaría con ella. Pero, ¿aceptaría casarse con el matador de su padre? Nó, indudablemente que no aceptaría. ¿Entonces…? ¡El rapto! La raptaría y… ¿Y la sociedad? ¿Sería bien aceptada por la sociedad, la esposa de don Carlos, después del escándalo que se originaría con el rapto?
Ante la inminencia de la separación, doña Ana y don Carlos urdieron un plan desesperado. A través de un callejón estrecho que separaba sus casas, buscaban un último encuentro para expresar sus sentimientos más profundos. El corazón de don Carlos latía con impaciencia mientras aguardaba en su escondite, esperando ver a su amada una vez más.
El Encuentro
Cuando finalmente la ventana se abrió y una sombra se asomó, don Carlos sintió una mezcla de emoción y temor. Una sombra se asomó y una mano blanca y perfumada salio ofrendandosela. Don Carlos sintió su corazon darle vuelcos, y se apresuró a tocar aquella tersa mano
"——Doña Ana.
——Don Carlos.
——Sois mi vida, doña Ana.
——Y vos la mía, don Carlos."
El breve encuentro fue interrumpido abruptamente por la llegada del padre de doña Ana, quien, cegado por la ira, cometió un acto irreparable. La tragedia se desató en un instante, dejando a don Carlos como testigo mudo de la terrible escena. Quedó el brazo de ella colgando sobre el callejón, y en silencio don Carlos depositó un beso en la mano yerta de doña Ana.
El callejón quedó marcado por la tragedia, y desde entonces se le conoce como el «Callejón del Beso», en memoria del último gesto de amor entre doña Ana y don Carlos. El beso en la mano de doña Ana, se convirtió en un símbolo eterno de un amor truncado por las circunstancias y la crueldad del destino.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de Juan Jose Prado
Leyendas y tradiciones Guanajuatenses, VII edición (1963)
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