
Mis queridas almas lectoras, cuando el cielo se enfurece, la tierra tiembla y los hombres se arrodillan. Así ocurrió en la villa de Zacapu, allá por el año de 1847, cuando el firmamento se abrió en un rugido de truenos y una bestia de agua descendió entre los relámpagos. Dicen que aquella jornada, entre rezos, rayos y viento, el pueblo entero presenció un prodigio tan espantoso como divino.
Esta es la historia del “Reventón”, el lugar donde la fe partió en dos al monstruo del cielo.
La llegada de la culebra del cielo
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que, una tarde de febrero, el cielo de Zacapu se tornó negro como las alas del cuervo. Las nubes se enroscaron sobre sí mismas, y de su centro emergió una criatura colosal: una culebra de agua, tan grande que su cuerpo se perdía entre las montañas.
Sus ojos, dicen, brillaban como carbones encendidos. A cada movimiento, el aire se desgarraba en relámpagos; los truenos parecían rugidos de algún dios antiguo. El viento arrancaba techos, árboles, todo lo que no estuviera aferrado a la tierra.
El miedo se propagó como peste. Las madres abrazaban a sus hijos, los hombres cerraban las puertas, y los ancianos solo murmuraban entre dientes: “Ha venido el castigo del cielo…”
El templo de Santa Ana y la procesión
Cuando la desesperanza amenazaba con vencer, los habitantes corrieron al templo parroquial de Santa Ana. Allí, el cura alzó la voz entre la tormenta, y con la fe que nace del terror, tomó el Santísimo Sacramento y lo colocó en la custodia.
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos de todo mal”, oraron todos, y salieron en procesión hacia la calle, desafiando la furia del viento.
Dicen que los rayos iluminaban sus rostros mojados y las campanas repicaban sin que nadie las tocara. A cada paso del sacerdote, la culebra rugía más alto, como si sintiera el poder del rezo retorciéndose en el aire.
El milagro del Reventón
Y entonces ocurrió. El monstruo celeste, herido por la fe de aquel pueblo, se elevó rugiendo y, en un último gesto de furia, lanzó su cola contra la tierra. El golpe fue tan tremendo que partió el cerro en dos. Desde aquel día, el sitio es conocido como El Reventón, junto al cerro de “La Crucita” y la “Piedrera”.
El cielo volvió a su calma. Las nubes se disolvieron como si nunca hubieran existido. Y en el silencio posterior, el pueblo entero comprendió que había presenciado un milagro.
La promesa de un pueblo
A partir de entonces, los habitantes de Zacapu prometieron conmemorar aquel suceso cada año. Así nació la Fiesta del Santo Dios, que aún se celebra con misas, procesiones y la subida al cerro del Reventón.
No hay habitante que no conozca la historia del dragón del cielo, ni familia que no haya subido alguna vez al lugar donde la fe venció al espanto.
Ah, mis muchachos, yo he visto ese cerro partido… y no hay duda de que fue la cola de la culebra. Dicen que en las noches de tormenta todavía se escucha su rugido, allá arriba, entre las piedras quebradas. No se atrevan a burlarse, que los milagros también dejan heridas.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en la obra publicada por La Voz de Michoacán