El 17 de septiembre de 1566 quedó grabado en la memoria de los habitantes de México como un día de gran pompa y regocijo. Las calles, engalanadas con adornos festivos, vibraban de emoción ante la esperada llegada del Exmo. Sr. D. Gastón de Peralta, marqués de Falces, quien había sido nombrado por el Rey Felipe II como Virrey de la Nueva España.
La Entrada del Virey
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que la multitud abarrotaba las avenidas principales, ansiosa por presenciar la entrada solemne del nuevo gobernante. Entre la brillante comitiva que acompañaba al Virey, destacaba un joven caballero de unos 28 a 30 años de edad. Con su aspecto gallardo, rubio y barba cerrada, vestido con una trusa blanca bordada en oro y un capacete azul adornado con una pluma blanca, montaba un poderoso caballo árabe con una montura ricamente bordada. Este joven, llamado Don Alvaro de Villadiego y Manrique, sobresalía por su porte arrogante y su elegancia entre los nobles presentes.
El Encuentro
Durante uno de sus paseos por las animadas calles de la capital, los ojos de Don Alvaro se posaron en un balcón donde se encontraba una hermosa joven de talle esbelto y piel tan blanca como la nieve. Era Doña María de Aldarafuente y Segura, hija de un humilde empleado de la Real Hacienda. El joven caballero quedó instantáneamente prendado de su belleza, mientras que Doña María, aunque impresionada por la apuesta figura de Don Alvaro, guardaba una cautelosa distancia debido a la diferencia de posición social entre ambos.
A pesar de las dificultades para comunicarse con Doña María, Don Alvaro no se rindió en su intento de conquistar su corazón. Con cada encuentro, su amor por ella crecía, y aunque la joven se mostraba esquiva, su presencia en sus pensamientos no disminuía. Determinado a expresar sus sentimientos, Don Alvaro ideó un plan para hacerle llegar una carta a Doña María.
La Cruz Verde
Después de varios intentos y superando obstáculos, Don Alvaro logró hacer llegar su carta a Doña María, en la que le declaraba su amor y le pedía una respuesta a través de una señal en su balcón. Tras muchos días de incertidumbre, altibajos y espera, un día radiante de sol, Doña María hizo su elección y respondió a los sentimientos de Don Alvaro. En el balcón, una cruz verde, símbolo de aceptación y felicidad, apareció, marcando el comienzo de una nueva etapa en la vida de ambos.
Con la bendición de un sacerdote amigo de la familia, Doña María y Don Alvaro unieron sus vidas en matrimonio, jurando amor eterno al pie de los altares. El gesto romántico de la cruz verde, que simbolizaba su felicidad compartida, perduró en el tiempo como un legado del amor que se profesaban mutuamente.
Para conmemorar este momento especial en sus vidas, Don Alvaro decidió erigir una gran cruz verde de piedra en la esquina de la casa de Doña María. Este acto romántico dio origen al nombre de la calle y se convirtió en una leyenda que perduró a lo largo de los años, recordando a todos que el amor verdadero siempre encuentra su camino.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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