En los primeros años del siglo pasado, cuando la Nueva España bullía con vida y misterios, una historia singular se gestaba en la Ciudad de México: la leyenda de la Calle de la Aduana de Santo Domingo. Esta narrativa, impregnada de romance, ambición y un toque de sobrenaturalidad, ha perdurado a lo largo de los siglos como un recordatorio de los intrincados lazos entre el amor humano y las fuerzas misteriosas que gobiernan el destino.
El Noble y su amada
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que D. Juan Gutiérrez Rubín de Celis, distinguido caballero del Regimiento de las «Tres Villas», destacaba tanto por su riqueza como por su afición al lujo y la ostentación. Sin embargo, su corazón estaba cautivado por Da Sara de García Somera y Acuña, una joven de noble linaje. A pesar del amor profundo que D. Juan sentía por ella, Da Sara dudaba de su compromiso y de su capacidad para ser un esposo adecuado.
Con el propósito de poner a prueba el amor y la determinación de D. Juan, Da Sara le impuso una condición peculiar: debía completar las obras de la Aduana en un plazo de seis meses. Esta estructura, cuya construcción había sido abandonada años atrás, representaba un desafío monumental. Sin embargo, D. Juan aceptó el reto con la esperanza de conquistar el corazón de su amada.
Determinación
El desafío transformó a D. Juan de un hombre apático en un individuo impulsado por la pasión y el deseo de demostrar su valía. Dirigiendo personalmente la construcción, empleó una amplia fuerza laboral y presionó incansablemente para cumplir con el plazo impuesto.
Tres días antes del plazo, la Aduana estaba terminada, y D. Juan entregó las llaves del edificio al virrey como prueba de su triunfo. Da Sara cumplió á su vez, como D. Juan ambos contrajeron matrimonio en el mes de Agosto de ese mismo año, y D. Juan para dejar un recuerdo de su amada á las generaciones venideras, mandó esculpir una lápida en el lugar en que Da Sara le impuso la condición y el plazo, lápida que tenía al principio de cada renglón una inicial de la dama. La lápida dice así:
"Siendo prior del Consulado el coronel Don Juan Gutiérrez Rubín de Celis, caballero de la Orden de Santiago y cónsules Don Gaspar de Alyarado de la misma Orden, y D. Lucas Serafín Chacón, se acabó la fábrica de esta Aduana a 28 de Junio de 1731."
Esta lápida, con las iniciales de Da Sara al inicio de cada renglón, aún hoy testimonia la fuerza del amor y la determinación. Aunque poco se sabe del destino posterior de esta noble pareja, la leyenda de la Calle de la Aduana de Santo Domingo sigue fascinando a quienes la escuchan. Recordándonos que el amor verdadero puede inspirar hazañas extraordinarias y dejar una marca indeleble en el curso de la historia.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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