En el apacible año de 1625, México se sumergía en la quietud después de un período de tensiones políticas. La ciudad, aún no contaminada por el bullicio moderno, ofrecía un ritmo de vida pausado y sereno, muy distinto al ajetreo actual de las calles.
La Sombra de la Desdicha
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que en este escenario de tranquilidad, residía D. Alonso Fernández de Bobadilla, un próspero mercader español, junto a su esposa, Da Isabel de Garcide y Tovar, hija de un conde y conocida por su belleza y altivez.
D. Alonso era un hombre de pocas palabras, pero de fuerte presencia. Su mirada profunda ocultaba el peso de sus preocupaciones, mientras que su esposa, Da Isabel, deslumbraba con su belleza, pero su actitud altiva y sus caprichos revelaban una sombra de insatisfacción en su corazón.
A pesar de las apariencias, la vida de D. Alonso y Da Isabel estaba lejos de ser feliz. El amor se desvanecía entre ellos, dejando espacio a la frialdad y la desconfianza. D. Alonso, aunque amaba sinceramente a su esposa, no podía ignorar las señales de su infelicidad. En cambio, Da Isabel, envuelta en su propio mundo de lujos y vanidades, parecía ajena al sufrimiento de su esposo.
La carta
El 23 de Enero de 1625 fue un dia fatídico para D. Alonso, el se encontraba en el piso bajo de su habitación, en su despacho sentado en su cómodo sillón, contemplando las espirales de humo de su cigarro, meditando. De repente algo llamo poderosamente su atencion a la ventana, en ella entraba a la habitacion un papel, curioso D. Alonso se levanto a recogerlo. Maldita la hora en que la curiosidad lo cego, mientras leia el contenido del papel sus manos temblaban, sus manos estrujaban el papel, en su midara se veia odio. El papel era una carta que revela la infidelidad de su esposa con el Lic. D. José Raúl de Lara, fiscal del Tribunal de la Inquisición. Consumido por el dolor y la ira, decide confrontar a los amantes. Sin embargo, antes de tomar medidas precipitadas, decide actuar con astucia y verificar la veracidad de los hechos.
D. Alonso se contuvo hasta el anochecer, fingió que un asunto de gran importancia lo detendría con el virey hasta las altas horas de la noche y se despidió de su esposa. El se alejo a comoda distancia y espero a que la noche ocultara su presencia. A lo lejos vio a un hombre que se acercaba a la casa de D. Alonso, cuando pudo divisar al caminante vio que era el Lic. D. Raúl de Lara, este llamo a la casa y lo recibio Da. Isabel, quien dejo entrar a D. Raúl a la casa que compartia con D. Alonso.
La tragedia
En una noche oscura y lluviosa, D. Alonso regreso al que consideraba su hogar y pudo observar como el hombre que robaba á D. Alonso su amor y su honra, comenzaba á poner un rico brazalete en el impuro brazo de Da Isabel. Con paso acelerado se dirigio a los criminales, quienes voltearon a su encuentro con palidos rostros, terrible momento para los criminales, terrible también para D. Alonso, sin poder contener su odio y sus celos se avalanzo sobre de Lara gritando: «¡Muere ladrón de honras, muere infame seductor!», seguido cayó el de Lara atravesado por el acero de D. Alonso, su ultimo aliento fue doloroso y horrible .
Da Isabel intento huir; pero el temor y el remordimiento se lo impidieron, como si fueran pesados grilletes, caída de rodillas, abrio los ojos con arrepentimiento y terror, con las manos altas y enclavijadas.
—¡Perdón, esposo mío!
—¡¿Perdón?! exclamó D. Alonso con tono de colérica ironía, ¡¿perdón?!, He aquí el perdón que yo te otorgo
Y directo en el corazon de su esposa, hundió hasta el pomo el acero, ella cayó tras un alarido desgarrador, en un lago de sangre. D. Alonso arrancó del brazo de su esposa el brazalete y saliendo de la casa con la ira consumiendo su corazon, lo clavó en la puerta del zaguán con su puñal.
Al amanecer, las autoridades encuentran los cuerpos de los amantes y, como testimonio del crimen, descubren la joya clavada en la puerta de la casa. Este macabro hallazgo daría nombre a la calle que hoy conocemos como «La Calle de la Joya». ¿Qué fué de D. Alonso? Su fin es incierto; mas parece que el dolor le hizo retirarse á uno de los monasterios para buscar la paz robada.
La leyenda de la Calle de la Joya perdura en el tiempo como un recordatorio de los peligros del amor desmedido y la traición. Aunque el destino de D. Alonso permanece en el misterio, su historia nos enseña que incluso en los días más tranquilos, el dolor y la desgracia pueden acechar. Es un recordatorio de que el amor, cuando se desvía por caminos oscuros, puede desencadenar tragedias inimaginables.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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