
En la penumbra de una tarde que se extingue, con las velas encendidas y el viento lento entrando por alguna ventana entreabierta, recuerdo cuando mis mayores contaban, con voz quedita, historias de lugares donde el tiempo no borraba los susurros del ayer. Hoy les traigo una de esas narraciones, mis queridas almas lectoras, que se remonta a la época en que el bullicio del centro de Monterrey era distinto, cuando los patios se llenaban de olor a madera vieja, los pasillos de las oficinas resonaban al caer la noche, y cada edificio escondía un eco, una huella, un lamento.
La leyenda de la enfermera del canal nació en uno de esos rincones: el edificio que durante 64 años albergó a Televisa Monterrey, en la calle Espinosa 780 poniente y Privada Pipo, justo en el centro de Monterrey. Ese lugar —una vez estación de programas, noticias y micrófonos— lleva aún marcas del pasado: muros que vieron prisiones, oficinas que alguna vez fueron celdas, y una energía que, dicen, se resiste a abandonar la estructura. Y según los relatos nocturnos, la que más se quedó es ella.
Aquel edificio guardaba otro secreto
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que antes de que las cámaras encendieran focos y la palabra “¡grabando!” se extendiera por sus estudios, en esos terrenos funcionó la primera penitenciaría formal del Estado. Así lo relata el licenciado Eduardo Alvarado: el predio de Espinosa y José Marroquín —donde luego se levantó lo que fue el canal 3 y canal 10 de Monterrey— albergó celdas, separos, enfermería para internos enfermos. De esa conjunción de rejas, almas turbadas y cuidados hospitalarios improvisados, parecen brotar las sombras que hoy susurran en los pasillos vacíos.
La figura apareció vestida de blanco
Los relatos apuntan a que en las noches de guardia, cuando las luces bajaban y el edificio se vaciaba, cierto personal de seguridad y trabajadores de limpieza comenzaron a ver algo que no esperaban: una mujer vestida completamente de blanco, con silueta serena, paso lento, mirada difusa. El nombre que le dieron: la enfermera del canal. Algunos la vieron en los corredores junto a los ventanales abiertos, otros al bajar las escaleras, como si hiciera ronda entre cubículos y oficinas.
El miedo se instaló en el turno nocturno
Hubo un empleado de seguridad —cuenta uno de los reportes— que vio a la mujer de blanco tras un “chistido” que rompió el silencio del pasillo. Luego, al sentir una presión en el hombro, se volvió… y estaba ella. El susto lo hizo salir corriendo del edificio, bajando escaleras, cruzando la cuadra sin mirar atrás. Nunca volvió a entrar. Otros limpiadores abandonaron su puesto esa misma noche. Según se dice, los que laboran en el turno nocturno ya lo saben: hay que andar con ojo, porque la enfermera ronda.
Las grabaciones fallaban y las cámaras desaparecían
Lo más inquietante: ciertos ingenieros que revisaron los archivos de las cámaras de seguridad en el edificio antiguo dicen que justo en el momento en que una persona vestida de blanco aparece, la grabación se corta. Un casete perdido, un casillero cerrado con llave… la tecnología parece no querer registrar lo que ocurre. Y así, la leyenda se refuerza: lo que sucede allí queda fuera del ojo humano.
Aunque el canal se mudó, el edificio permanece
El canal dejó esas instalaciones a mediados de agosto de 2022, cuando mudó sus operaciones. Pero el edificio permanece vacío. Algunos afirman que el espíritu de la enfermera no se fue con las cámaras ni con los micrófonos, que quedó en el umbral de la puerta, esperándolos cuando bajaba el silencio, cuando el guardia encendía su linterna, cuando la limpieza terminaba… ella estaba ahí. Los viejos muros aún escuchan sus pasos.
Mis queridas almas lectoras, si alguna vez pasan por la calle Espinosa 780 poniente, cuando la noche sea más profunda y el viento del cerro se pegue al edificio, deténganse un momento. Dejen que la oscuridad cubra sus sentidos y escuchen… ¿un susurro? ¿un chistido? Quizá vean aquella figura blanquecina que nunca se fue. Porque las leyendas no nacen del aire: se alimentan del tiempo, del miedo, de la noche, y de los rincones que olvidamos.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en folclore de la región y
en reportajes emitidos por Televisa