Septiembre de 1846
Mucho se ha escrito sobre aquel 21 de septiembre de 1846, cuando Zachary Taylor y sus hombres avanzaron hacia lo que hoy conocemos como Monterrey, Nuevo León. Su objetivo era claro, tomar la ciudad. Pedro Ampudia y Antonio Canales Rosillo fueron los encargados de defender la plaza, hacen el llamado a la defensa ante el inminente ataque a la ciudad.
En esta batalla se contó con la participación del Coronel José López Uraga y del Batallón de San Patricio. El primer combate de los San Patricios como unidad mexicana se dio en esta batalla (21 de septiembre de 1846) con una batería de artillería al mando de John Riley, anteriormente teniente del Ejército de Estados Unidos e inmigrante irlandés. Sirvieron con distinción y está acreditado que rechazaron con éxito dos diferentes asaltos al corazón de la ciudad.
La defensa fue dirigida desde diversos cuarteles: el Fortín de la Ciudadela, Fortín de la Federación, Rincón del Diablo, Fortín Puente de la Purísima, Cerro del Obispado y el punto mas importante según algunos historiadores, el Fortín de la Tenería el cual estaba ubicado en el cruce de las calles Héroes del 47 y Washington.
Tres días o dos años después
Tras tres días de cerco estadounidense (24 de septiembre de 1846), se llegó a un armisticio entre las dos fuerzas, dando una capitulación a la guarnición mexicana que salió de la plaza con toda su artillería, armas, trenes de víveres y municiones, a tambor batiente y con banderas desplegadas, saludadas por el ejército estadounidense con todos los honores de la ordenanza.
El ejercito norteamericano mantuvo su posición en Monterrey hasta su retirada el 18 de junio de 1848, durante este tiempo se cometieron incontables crímenes de guerra en la ciudad, la mayoría no fueron reportados o se ocultaron por miedo a las posibles represalias. Para hacer mención de algunos de estos hechos, tomaremos el reportado por el Houston Telegraph and Register un 4 de enero de 1847, se informó que los rangers provenientes de Texas, quienes participaron como voluntarios, culparon a ciudadanos mexicanos de arrebatar la vida a varios de sus compañeros. Por esta razón se tomaron «la ley en sus manos» y los voluntarios estadounidenses comenzaron a disparar a todos los civiles que encontraban, según fuentes de la época, mataron a más de cincuenta civiles de Monterrey.
Memorias y enseñanzas
Paso el tiempo, y en el año de 1850 el pastor, escritor y político Abiel Abbot Livermore escribió su libro «The war with Mexico reviewed» (La guerra con México repasada). En esta obra da su punto de vista sobre los hechos que llevaron a los dos paises a enfrentarse y las consecuencias de estas acciones.
En esta obra hace una mención interesante al lector la cual traduciré lo mas fiel posible:
«¡Pero qué corazón, aunque sea de piedra, no es traspasado y emocionado con la siguiente tragedia de la vida real!. ¡Pensar que una humilde y desinteresada heroína como esta mujer debería perecer en su obra a la humanidad! Suya era la gloria verdadera.
La fama del guerrero es una farsa y una trampa. Ella vivirá en la eterna memoria de la historia. Podemos decir, sin reverencia de ella, como se dijo de la mujer del Nuevo Testamento, que donde
quiera que se hable de esta batalla; en todo el mundo, también habrá esto, que esta mujer sea dicho para ella en su memoria.«
Inmediatamente después, hace mención a una carta enviada al «Louisville Courier» el 17 de octubre de 1847 donde se describe los hechos que dieron pie a la leyenda.
The Maid of Monterrey (La doncella de Monterrey)
«Mientras estaba apostado con nuestro ala izquierda en uno de los fuertes, en la tarde del 21, vi a una mujer mexicana ocupada en llevar pan y agua a los heridos de ambos ejércitos. Vi al ángel ministro levantar la cabeza de un herido, darle agua y comida, y luego vendar su espantosa herida con un pañuelo que se quitó de la cabeza.
Después de haber agotado sus provisiones, regresó a su casa a buscar más pan y agua para los demás, ella regresaba a su misericordiosa misión, para consolar a otros heridos, escuché el detonar de un arma y ¡vi a la pobre e inocente criatura caer muerta! Creo que fue un disparo accidental lo que la alcanzó, no estoy dispuesto a creer lo contrario. Me lastimo el corazón y alejándome de la escena, involuntariamente levanté los ojos hacia el cielo y pensé: ¡Gran Dios! ¿Es esto la guerra? Pase por el lugar al día siguiente, vi su cuerpo todavía tendido allí, con el pan a su lado, y el cántaro roto, con unas pocas gotas de agua dentro en él, emblemas de su misión. La enterramos y, mientras cavamos su tumba, las balas de cañón volaron a nuestro alrededor como granizo ».
Al darse a conocer este hecho, la acción heroica de la joven paso de boca en boca en el pais vecino, mostrado que a pesar de las diferencias que nos inculcan, en esencia somos iguales, somos humanos,
Las coplas llevan su mensaje
La fama se extendió por el pais del norte, a tal magnitud que en 1880 el poeta y dramaturgo estadounidense John Hill Hewitt, en honor a la Doncella de Monterrey compuso la canción MAID OF MONTERREY, cuya letra se traduce de la siguiente forma:
«La luna brillaba intensamente
Sobre la llanura de batalla,
La suave brisa se abanicó ligeramente
Los rasgos de los muertos.
Los cañones habían silenciado su trueno,
El tambor en silencio yacía,
Cuando vino la señorita,
La doncella de Monterey.
Los cañones habían silenciado su trueno,
El tambor en silencio yacía,
Cuando vino la señorita,
La doncella de Monterey.
Ella echó una mirada de angustia
Al moribundo y al fallecido;
Su regazo hizo la almohada
De los que gimieron y sangraron;
Y cuando el soldado moribundo
Por un brillante destello oró,
Bendijo a la señorita,
La doncella de Monterey.
Y cuando el soldado moribundo
Por un brillante destello oró,
Bendijo a la señorita,
La doncella de Monterey.
Ella le dio agua al sediento
Y vendo la herida sangrante,
Y pronunció suaves oraciones
Para aquellos que suspiraron a su alrededor;
Y cuando sonó la corneta,
Justo al romper el día
Bendecimos a la señorita,
La doncella de Monterey.
Y cuando sonó la corneta,
Justo al romper el día
Bendecimos a la señorita,
La doncella de Monterey.
Porque, aunque amaba a su nación,
Y rezó para que pudiera vivir
Sin embargo, para los enemigos moribundos
Tenía una lágrima para dar;
Entonces, por esa belleza brillante
Quien ahuyentó el dolor de la muerte
La señorita de ojos mansos,
La doncella de Monterey.
Entonces, por esa brillante belleza
Quien ahuyentó el dolor de la muerte
La señorita de ojos mansos,
La doncella de Monterey.»
A continuación, les comparto la canción en su idioma original
La búsqueda de la doncella
Por increíble que parezca, las autoridades mexicanas no han reconocido de forma oficial la existencia de la doncella. Si bien es cierto, las evidencias publicadas parecen no ser suficientes, en nuestro Panteón de héroes tenemos algunos cuya existencia esta en constante duda y son reconocidos.
Es posible que la doncella solo sea una forma del pueblo norteamericano de elogiar y reconocer la presencia de la mujer en dicha batalla como María Josefa Zozaya y María de Jesús Dosamantes, sin embargo, aun queda la duda de ¿Quién era ella?, y ¿Por qué no se ha preservado su nombre y mensaje?
Algunos investigadores afirman que si su existencia se confirma, esto indicara que hizo una labor similar a la realizada por Florence Nightingale, pero casi 10 años antes, lo que la convierte en la primera enfermera de la historia.
Como comentario final: Esta es una hermosa muestra que nada es mas admirable que el respeto y el valor a la vida, no importa las barreras ideológicas, ¿Qué es mas heroico que cuidar y preservar el Don más valioso que Dios nos a dado?
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
“RIP, RIP, ¡hurra!”