En aquellos tiempos, cuando la corona de España disponia de las tierras que la espada de Cortes le habia otorgado, la busqueda y posecion de minerales preciosos era una constante.
No era un secreto que en el viejo continente, dos terceras partes de la plata que circulaba provenia de minas en Guanajuato.
En este mismo lugar, los caballeros hacían despilfarro de las ganancias que sus minas les dejaban. Casas lujosas, caudales de buen vino, juergas y juego. Todo esto aumentaba su popularidad año tras año.
De uno de estos caballeros hablaremos en esta ocasión, les compartiré su desventura y su pecado. Como Don Agustín Lanuza lo dejo plasmado en su obra publicada.
En esa calle
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que durante el virreinato, un joven caballero vino a hacer fortuna en la villa española de Guanajuato, Diego Busto y Penalver era el nombre de este oriundo de Santander, hombre humilde y de honesta cuna, cuando llega a esta ciudad recibe el apoyo de un pariente muy poderoso, Don Pedro de Carbajal.
Don Pedro era un minero muy prospero de la zona, quien a base de mucho esfuerzo y tesón consiguió amasar una enorme fortuna. Educado en un régimen enfocado a la economía, se convirtió en un hombre influyente lo cual aumento su ya de por si enorme fortuna, siempre preservando en su casa decencia, comodidad y decoro.
Quedando viudo muy joven, y como su única compañía y mayor tesoro quedo su hija Isabel. La luz de sus ojos, como se decía en esos tiempos «su prenda cara», su fuente de dicha. Era un padre tierno que solo pensaba en darle un porvenir hermoso a su hija. ¿Qué haría cuando él muriera, Sin amparo, sin respeto?.
Su fortuna le daba honor, nombre ante la sociedad, sin embargo el no ignoraba que el dinero no da la felicidad y si algún pretendiente cortejaba a su hija, seria por ella, no por su riqueza. Sin embargo de su cabeza no apartaba la idea de recluirla en un convento o regresara a España, esto solo lo entristecía cada día.
Viejo, enfermo y abatido, sin poder encontrar alivio en su suerte, solo esperaba que en breve la sombra de la muerte lo cubriera y reclamara. Poco tiempo paso y las dolencias de Don Pedro aumentaron, y en un corto tiempo prontamente su existencia se extinguió acompañado de mucho amor de Isabel, caricias y besos en su frente marchita.
La ausencia de Don Pedro
Dice un antiguo refrán, Que el amor y la fortuna Juntos por el mundo van, Y si la mano se dan, No tienen defensa alguna. Este es el caso de Don Diego y Doña Isabel, quienes poco a poco su amor fue tomando fuerza a tal grado que al partir don Pedro, Diego aprovecho la ausencia para cortejar a Isabel, quien pensó que era la opción mas acertada, pues su padre veía con buenos ojos a su antiguo protegido. ¿Qué podría salir mal?
Y aquel trato sin segundo, Noble, ingenuo, seductor era ya un amor profundo, Vivo, intenso, abrasador.
Y estaba el cariño aquél de su grandeza en la flor, cuando la bella Isabel dióle á su esposo fiel un lindo fruto de amor.
¡Qué inmensa paz! ¡Qué alegría en ese hogar sosegado! ¡Quién á suponer vendría, Que en breve se tornaría en espantoso nublado!
El caserón de la calle del truco
Por problemas en la madre patria y por asuntos de política, los mineros de la zona pudieron disfrutar de mayores benéficos como resultado de su trabajo. El dinero pasaba de mano en mano como caudal de agua en un rio, los mineros despilfarraban tesoros naipes, gallos, toros y juegos, nada faltaba. Era una «tanda,» sin igual, tan grande que se extendía hasta el mercado. Llegando una gran cantidad de «fuereños» desde Guadalajara.
Según narra la leyenda que en esta sombría y lúgubre calle un centro de tentación se erigía, en vetusto caserón un juego de truco había.
Ya la luna muestra su cara y Don Diego en su casa no esta, Isabel espera junto a la cuna la llegada de su amado, preocupada, angustiada, preguntándose donde estará.
Las horas pasan lentas, las ideas y malos pensamientos golpean su mente, es una tortura el no saber y solo suponer que le paso a su amado.
Pacto infernal
Mientras lo anterior ocurría, Don Diego en el caserón del truco derrochaba la fortuna de su amada, la ambición lo consumió como a tantos nobles.
La baraja volaba, un juego tras otro y Don Diego su fortuna perdida como agua entre los dedos, estaba atrapado en este juego. Dinero, joyas, todo lo perdía. Su contrincante era hábil con las manos y mañoso en el juego. Para el, Don Diego era un pájaro de cuenta.
Bajo los efectos embriagadores del juego, su contrincante se le acerca, y al oido le hace una oferta, al parecer tentadora por la reaccion de Don Diego, quien ni tardo acepto la condicion sin poner objecion.
Vuelve a correr la baraja, carta tras carta, al final la mala fortuna de Don Diego vuelve a hacerse presente. Don Diego a perdido, y su contrincante le pregunta si su palabra tiene peso y cumplirá el acuerdo, Don Diego afirma.
Ambos hombres se dirigen a la casa de Don Diego, donde Isabel lo espera con ansia. La mujer corre a abrazar a su amado, este la rechaza con desprecio y altanería. La toma de los brazos y la avienta al regazo de su acompañante. Isabel al ver al otro personaje le exige a Diego excusas. Este solo contesta que en el juego la ha apostado y….. perdió.
Diego da la media vuelta y se pierde presuroso, la mujer al ver a su amor partir y dejarla en brazos de otro hombre da un grito desgarrador y cae sin vida a los pies del tahúr.
Si del dolor Isabel perdió la vida o si el jugador era en realidad el diablo que le arrebato el alma no importa, el pecado de Don Diego y el triste destino de Isabel es el mismo. Por ser escenario de esta infamia y en honor a esta pobre mujer la calle del Truco fue llamada, por la infame trama.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
“RIP, RIP, ¡hurra!”