Nuestro México está rebosante de mitos y leyendas, tantas tan similares y otras tan particulares que le dan a cada lugar un alma propia. Tal es el caso de Villa Jiménez, un poblado ubicado al norte del estado de Michoacán de Ocampo en México. Un lugar pintoresco donde las antiguas tradiciones aún persisten y te permiten sumergirte en el Michoacán de hace alguna décadas. Cuando las prioridades del hombre se numeraban en “Dios, Patria, Familia, Honor y Trabajo”, y las leyendas de aparecidos estaban más vivas que nunca.
La leyenda que contare en esta ocasión es conocida por los habitantes del lugar y siempre están dispuestos a compartir esta y tantas historias que enriquecen su folclore.
Se cuenta…
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que hace ya bastantes décadas un grupo de personas de la orden de los franciscanos se encontraban en su misión de evangelizar a los habitantes de Villa Jiménez. Esta no era una tarea fácil, pues el diablo estaba realizando maquinaciones para entorpecer la sagrada misión de los frailes. Al malvado personaje lo describen como un hombre en la mayor parte de su cuerpo, portando la clásica cornamenta, una serpenteante cola y como toque final sus piernas, una era parecida a la de una cabra y la otra semejante a la pata de un gallo.
Al observar como los frailes se veían superados por las acciones mal sanas del diablo, San Antonio decide tomar acción y se presentó bajo la apariencia de un hombre entrado en años, con una prominente barba blanca y una muy reluciente calva. El objetivo era claro, alejar al diablo del poblado, este demostró que no estaba decidido a retirarse sin adueñarse de las almas de todos los moradores del pueblo.
La Apuesta…
Después de una breve meditación, San Antonio tiene una idea, retar al demonio y proponerle una apuesta, si el diablo ganaba, las almas de Villa Jiménez eran suyas, si San Antonio resultaba vencedor, el diablo abandonaría el poblado para siempre y dejaría en paz a los habitantes del pueblo. La apuesta consistía en que subirían a la parte más alta de la peña ubicada en el Cerro del diablo, el que diera el salto más alto y lejano se quedaba con el codiciado premio.
El día de tan importante evento llego, y cada participante estaba preparado para dar lo mejor de sí. El salto debía ser al mismo tiempo para evitar darle ventaja a alguno de los contendientes. El diablo estaba muy molesto pues, como era de esperarse, trato de muchas maneras de hacer trampa sin éxito, así que solo podía jugar justamente. Sin embargo tenía plena confianza de poder ganar sin problemas a San Antonio pues solo veía a un viejo, ¿qué posibilidades tiene de ganar? pensó para sus adentros.
El evento…
San Antonio tomo su lugar en la peña, colocándose donde nace el sol y el diablo de lado contrario. Cuando tan inusuales competidores indicaron estar listos se dio la salida. Al momento de intentar saltar, el sol se refleja en la cabeza calva de San Antonio, cegando al diablo, este pierde pisada y cayo a las faltas de la peña. Mientras San Antonio llego hasta Zacapu, específicamente a la iglesia de Santa Ana.
El diablo no estaba conforme con el resultado, pero poco pudo hacer pues el fallo esta dado. Como estaba acordado, el demonio se alejó de la Villa dejando en paz a sus moradores.
Para conmemorar este día, a esa peña se le conoce como La Peña del Brinco, se dice que los guías de Villa Jiménez te pueden llevar a la ubicación exacta de la piedra donde se disponía a saltar el diablo, la cual muestra las marcas de las patas del demonio que dejo al caer.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndola a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente pues es así como el relato llego a mis oídos y es mi forma particular de compartirla. Recuerde que por ser leyenda puede o no tener una base real y tener una increíble dosis de libertad literaria ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima garbancer@s
“RIP, RIP, ¡hurra!”