
Mis queridas almas lectoras, cuando el aire se llena de cempasúchil y las velas dibujan un resplandor tenue sobre los altares, los montes del oriente michoacano comienzan a vestirse de un naranja palpitante. Son las mariposas monarca, que cruzan cielos y fronteras para cumplir un destino milenario. Dicen que en su aleteo viene el murmullo de los difuntos, la voz suave de quienes regresan a visitar a los suyos.
En aquellos días donde la nostalgia y la fe se mezclan con el aroma a copal, los pueblos se preparan para recibir a las almas que vuelan.
La Leyenda
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que, cuando el calendario marca los días de noviembre, los espíritus de los antiguos mazahuas y purépechas viajan desde el otro mundo montados sobre alas de mariposa.
No llegan por casualidad. Han emprendido un viaje largo, desde los bosques del norte de América, cruzando montañas y ríos, hasta posarse sobre los oyameles y pinos de Michoacán y el Estado de México. Ahí descansan, cansadas, pero radiantes, porque han cumplido con el mandato divino de volver al hogar.
Dicen que cuando una mariposa se posa cerca del altar, no se debe espantar. Puede ser la abuela que regresa a oler las flores, el niño que busca su juguete, o el padre que anhela oír, una vez más, la voz de los suyos.
En los pueblos antiguos, las mujeres mazahuas dejaban junto a las ofrendas un puño de flores, una vela encendida y una sonrisa. Así honraban el vuelo sagrado de las almas que llegaban convertidas en mariposa.
Mariposas, el espíritu de las flores
Los antiguos mexicas las llamaban Quetzalpapálotl, “la mariposa preciosa”, y veían en su figura la presencia de Xochiquétzal, diosa de la belleza y las flores. Para ellos, la mariposa no era un insecto, sino un alma adornada por la naturaleza.
Y los mayas creían que los guerreros caídos en batalla renacían en forma de mariposas. Después de acompañar al sol durante cuatro años, regresaban a la tierra para posarse sobre las flores, símbolo del renacer y de la eternidad.
Por eso, cuando una mariposa vuela sobre los campos, algunos viejos murmuran un rezo:
“Gracias por volver, espíritu hermoso; gracias por no olvidar el camino del amor.”
El susurro del deseo
Hay quien asegura que, si uno le susurra un deseo a una mariposa y luego la deja partir, ella llevará el mensaje al cielo. Las palabras, aladas por la fe, se transforman en esperanza.
Así, cada vuelo es una oración, cada batir de alas una promesa. La alegría y el amor —dicen— regresan siempre con ellas.
El milagro de su regreso
Hace no mucho, en el invierno de 2021, los campesinos michoacanos dijeron que llegaron más almas que nunca. Los cerros se cubrieron de una manta naranja y los árboles parecían respirar vida. Según los registros, las colonias de mariposas ocuparon casi tres hectáreas de bosque, más que el año anterior.
Para los habitantes, no fue un simple dato: fue un milagro. Un mensaje de que las almas siguen regresando, que la esperanza aún revolotea sobre los campos mexicanos.
Recuerdo que mi abuelo, con su voz pausada y su taza de café en mano, me decía:
—Cuando veas una mariposa, nieto, no la persigas. Puede ser tu madre que vino a verte, o un amigo que te extraña. A veces los muertos no necesitan palabras… solo volar cerca.
Y así, cada año, cuando el aire se llena de alas y los árboles tiemblan de vida, el corazón del pueblo late con fuerza. Porque en cada mariposa que llega, Michoacán respira el alma de los suyos.
A su mercé…
Si este relato fue de su agrado, humildemente pido nos ayude compartiéndolo a sus familiares y allegados durante una reunión en una negra noche. O por medio de un compartir en su red social. Si la leyenda atenta a su cultura, pues es distinta a la alojada en su memoria, pido a su mercé que sea indulgente, pues es así como el relato llegó a mis oídos y es mi forma particular de compartirla.
Recuerde que, por ser leyenda, puede o no tener una base real y contener una increíble dosis de libertad literaria, ya sea por la región donde fue relatada o por quien la narra.
Hasta la próxima, garbancer@s.
Basado en un articulo de Juan Carlos Huante, “La Voz de Michoacán”, 2022.