En las calles de la Ciudad de México, donde el pasado y el presente se entrelazan, se encuentra un rincón cargado de misterio y tragedia: la Calle del Niño Perdido. Esta historia se remonta a tiempos coloniales, en una época en la que el amor y la venganza tejían el destino de los corazones apasionados.
El Encuentro
Los vecinos comentan y algunos mayores afirman que por el año de 1659 llegó a la Nueva España, procedente de los reinos de Castilla, un joven escultor español, nombrado D. Enrique de Verona, quien después de haber hecho una obra delicada de arte en la bella cuanto histórica catedral de Toledo, había sido contratado por el virey D. Francisco Hernández de la Cueva, duque de Alburquerque, para hacer el altar de los Reyes en la catedral de México, en su tierra, una hermosa gaditana lo esperaba todos los dias.
En una tarde calurosa de julio, el joven escultor español dio una vuelta en una esquina y cruza caminos con Estela de Fuensalida, una doncella cuya belleza rivaliza con la más fina obra de arte. A pesar de los compromisos de D. Enrique en su tierra natal, la chispa del amor surge entre ellos, desafiando las convenciones y los lazos preexistentes.
El amor entre D. Enrique y Estela florece en la penumbra de la clandestinidad. Sin embargo, este idilio está ensombrecido por la figura de D. Tristán de Valladares, un viejo platero y el prometido despechado de Estela. A pesar de las amenazas y el peligro, D. Enrique y Estela eligen seguir su corazón, renunciando a sus compromisos anteriores en favor de un amor más verdadero y apasionado.
Amante Despechado
Pasado un año Estela había tenido un pequeño en que se miraban los consortes. Era el niño una esculturita humana en que se recreaba el padre, en que la madre depositaba cada día un millón de apasionados besos.
Sin embargo, la felicidad de la pareja se ve amenazada por la sombra vengativa de D. Tristán, cuyo corazón herido se convierte en un crisol de resentimiento y celos. En una oscura noche de diciembre de 1665, la ciudad yacía en el sopor del sueño y sumergida en el silencio. La furia de D. Tristán se desata en un acto desesperado de venganza, llegó sigilosamente á la casa de Estela y penetrando por una parte mal segura, prendió fuego a un pajar. En el momento la llama crecio y cuando Estela y su esposo despertaron aturdidos se encontraron envueltos en humo y llamas desencadenando una tragedia que sacudirá los cimientos de la ciudad.
La Búsqueda
Alejada las llamas y el humo, Estela cae en la cuenta que no estan a su lado su esposo y su hijo, el fruto más preciado de su amor con D. Enrique, una angustia indescriptible se apoderó de ella y arrodillada en el suelo con las manos enclavijadas y apretándolas convulsivamente, y con lastimeros sollozos, los llamaba con gritos que subían al cielo. Al escuchar los gritos D. Enrique aparecio, pero sin su hijo,
Pudo mas el amor de madre, Estela regreso de nuevo a la casa para tratar de recuperar a su hijo, C. Enrique iba a detenerla cuando a lo lejos escucho un llanto infantil, dirigio la mirada al lugar de donde venia el llanto y ubico a un hombre, el cual trataba de uir del lugar, C. Enrique pidio ayuda para detener al hombre, cual fue su sorpresa cuando descubrio que el hombre tenia en brazos a su hijo y el hombre era el vengativo Tristán. Estela se perdio en las llamas, las gentes que la habían oído invocar á la Santísima Virgen diciéndole «Madre mía, devuélveme al niño perdido» llamaron á la calle donde ocurrió el suceso con el nombre de «El niño perdido.»
La historia de la Calle del Niño Perdido perdura como un recordatorio eterno de los sacrificios hechos por el amor y las consecuencias devastadoras de la venganza. En cada piedra y cada sombra de esta calle, se escucha el eco de los lamentos de Estela y la esperanza de su retorno.
A su mercé…
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Hasta la próxima garbancer@s
Basado en la obra de De Arellano, Angel R.
Leyendas y Tradiciones relativas a las calles de México (1894)
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